Pero contrariamente a lo que el común de las personas cree, la buena salud del cabello no reside en el cabello mismo, sino en su raíz. Tal como haríamos con una planta que tuviera sus hojas marchitas, debemos ocuparnos de sus raíces, del origen mismo de los nutrientes.
Nuestro cabello toma el alimento que necesita para vivir sano y fuerte, del cuero cabelludo. Una extensísima red de finos capilares irrigan cada centímetro de nuestra cabeza y es la encargada de llevar a cada folículo piloso los alimentos (aminoácidos, vitaminas, minerales, etc.) que éste necesita para crecer.

También es importante saber qué tipo de cuero cabelludo tenemos y para ello debemos valernos de una simple observación:
Si la piel del cuero cabelludo es blanca, será normal. Si es rojiza, hay irritaciones, infecciones o posibles problemas vasculares. Si la piel es amarillenta y brilla, se debe a un exceso de grasitud y si es grisácea u opaca, hay una mala irrigación.
En base a estos datos tomaremos las medidas pertinentes para corregir los síntomas.
Para un cuero cabelludo grasoso, será necesario emplear un shampoo regulador de la grasitud, preferentemente a base de cítricos. Si hay mala circulación, un shampoo con mentol puede activarla eficientemente. Si es normal, un shampoo con sustancias nutritivas como el mango o la jojoba lo mantendrán saludable.
Es necesario aclarar que la constancia es la única receta infalible para tener y mantener un cabello saludable y vital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario